MALETA DE VIAJE
La música retumbaba en mis oídos, a
pesar de que había pasado ya una hora, no dejaba de tararear la última canción
de aquel concierto. Magnífico espectáculo si, nunca lo habría pensado. Mikel
andaba junto a mi, caminábamos hacia el coche en la noche, volvíamos a nuestra
querida Pamplona. Había sido un fin de semana magnífico.
A pesar de que yo llevaba tres años con
el carné de conducir en mi poder, prefería que condujera él, me daba seguridad,
todo en él me hacía sentir así. Rapidez y sencillez, esa era su manera de
viajar por la carretera, pese al mal tiempo que nos encontramos al salir de
Francia, decidimos emprender nuestra vuelta. Íbamos felices, charlando de
nuestras cosas, comentando nuestros planes futuros. Pero la velocidad que llevábamos
le hizo perder el control. Aquellos planes se truncaron en un segundo.
Su silueta en el asfalto, mi sangre
derramada en el asiento y esa impotencia de no saber lo que había sucedido hizo
que de mi saliera un grito estremecedor, grito que apagó aquella canción que
hacía minutos tarareara junto a él.
Un sueño profundo y cálido , paralizado
e interminable a la vez embargó a Mikel durante tres largos años, años en los
que yo me recuperé de mis dolencias, me sumí con él en un silencio profundo,
estado solitario pero compartido, cariñoso y leal.
El pitido del respirador cada vez que
le insuflaba oxígeno a sus deteriorados pulmones me ponía histérica. Habían
sido demasiadas horas, demasiados días escuchando el mismo ruidito. Escala de
Glasgow cuatro, no variaba desde hacía meses y yo perdía la esperanza. Vive tu
vida me aconsejaban, vuelve a ser feliz, no le olvides nunca, pero mantente al
margen. ¿ Al margen?, como podría mantenerme a su margen, ¿ a qué margen? Al
margen que hay entre este lado y el
suyo, al margen de no saber si me oye, si me siente, si percibe que estoy aquí.
No ,no podía mantenerme al margen, ni mucho menos, no lo haría.
Era joven, fuerte y tenaz, saldríamos
de esto juntos, ganaría a ese lado oscuro y volvería a la vida.
Ver como su madre se derrumbaba, perdía
la esperanza de volver a oírle hablar y lo daba por perdido, no pudo conmigo.
Día tras día caminaba hacía el
hospital, me maquillaba, me perfumaba como si fuera el día en el que Mikel
abriría los ojos. Me vería, me reconocería, y todo empezaría de nuevo. Pero no,
nunca llegaba aquel momento. Los partes médicos comenzaban a ser repetitivos,
constantes vitales estables si, pero estado emocional y cerebral nulo. No, no
podía ser así, yo estaba segura de que me sentía, de que su cerebro despertaría
de nuevo. No podía ser de otra manera. Pero la realidad era otra. Realidad que
mis ojos no asumían. Mikel quedó en ese
estado tras el accidente y era
muy raro que mejorara, prácticamente no daban nada por él.
El chocolate se derramó por mi falda,
el rosáceo se tornó a un tono marrón y me abrasé la pierna. No lograba quitarme
a Mikel de la cabeza, por mucho que intentara seguir con mi vida, mis estudios,
mi nuevo trabajo, su rostro se afincaba en mi mente fuertemente. Ya no le
recordaba como era antes, solo tenía su imagen postrado en la camilla del
hospital. Mis recuerdos del antes se iban esfumando poco a poco y eso es lo que
me entristecía, y demasiado. Me sumí en una depresión, cual sueño suyo .
Comencé mis visitas a un psicólogo y los medicamentos se apoderaron otra vez de
mi ser. Vuelta a lo mismo, o a algo parecido. Pastillas de colores, pesadillas
entrelazadas. No tenia dolor físico como tres años atrás, esto era un dolor
peor, un dolor interno, molesto e insistente. Cuando el alma se entristece,
cuando faltan ganas para todo, miras
alrededor y piensas que las cosas podían haber sido de otra manera, cuando
pierdes la esperanza en todo, es entonces cuando estás perdida.
Mientras duermo ya no sueño. Si río me
siento culpable por hacerlo. Mikel vive, si, respira y su corazón late, su
sangre recorre sus mudas venas y sus funciones metabólicas funcionan. ¿Y qué?
¿De que sirve eso ahora? .
Recostada en mi cama, cierro los ojos y
deseo morir.
Me veo ahí acostada, le veo a él a
kilómetros de distancia . Así estamos los dos, olvidados en la distancia.
Puede que en esa distancia, en ese
viaje que has emprendido sin mi, haya un punto en el camino , un sitio, un
lugar donde podamos encontrarnos de nuevo. Por eso hago esto, quiero soñar
contigo, dormir para vivir a tu lado. Si ha de ser así, así será.
El frasco de medicamentos rodó por el
suelo, mi lengua comenzó a endurecerse, y una húmeda sensación invadió mi
cuello. Sabía lo que podía pasarme, pero confié en la suerte.
Estoy soñando, mi cuerpo descansa y por
fin siento que voy a reencontrarme con Mikel. El viaje será duro pero le
encontraré, allí al final, donde lo real y lo ficticio se unen. En mi cabeza
suena nuestra canción. La tarareo fuertemente y de pronto oigo su voz, si es
él, Mikel está cantando esa canción. Está aquí a mi lado, el sueño acaba de
comenzar. Comenzamos un nuevo viaje, esta vez todo saldrá bien. Llegaremos al
final juntos.
Kela.
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