domingo, 27 de enero de 2013

SUEÑO O PERSONALIDAD


SUEÑO O PERSONALIDAD
                                                 


Dicen que pasamos lo mejor de nuestras vidas en los sueños. Dormimos tres cuartas partes de nuestra vida y en los sueños recreamos sucesos reales y ficticios. Yo suelo acordarme de aquello que sueño y por eso , hoy , estoy dispuesta a contaros algo.


Mi pareja me aguanta demasiado; fumo, y  por eso, ronco de forma sobrenatural en la noche. Pero creo , que gracias a esa respiración extraña vivo mis sueños como parte de mi vida. Suelo pensar en la muerte, es algo que forma parte de la vida y que nos persigue durante nuestra existencia. Y en base a eso, quiero analizar lo que a día de hoy se repite constantemente en mis fantasías nocturnas.  Se trata de una piscina llena de cadáveres flotando en ella. Yo llego a ella huyendo de personas queme quieren hacer el mal. Corriendo llego a esa piscina y se me ocurre flotar entre ellos como un cadáver más, y así poder salvarme de mis enemigos. Cuando me sumerjo en el agua, me despierto.

El agua es símbolo de vida, pues refleja el estado de la bolsa uterina cuando nacemos. En contraposición, los cadáveres señalan el fin de la vida. Por tanto, estoy ante un fin que vuelve al inicio. Todo vuelve a su ser. Volvemos al principio de nuestra existencia cuando morimos, y es alentador creer en eso. Que al morir , volvamos a nacer en otro cuerpo diferente, me consuela.


No soy religiosa, pero creo en la vida , y en la muerte, porqué no. Lo que me desconcierta es, que si hemos sido otras personas en otras vidas, porque no existe ninguna conexión entre esas dos existencias. Pienso que si fuera así, no podríamos vivir tranquilos, puesto que los recuerdos de la otra vida nos acecharían en la nuestra propia. Pero si que creo, que los gestos, la manera de pensar y de evolucionar son las mismas en ambas vidas. Me gusta creer en eso. Saber que cuando muera , empezaré de nuevo , aunque no pueda recordar nada de mi existencia pasada. Porque así, de esta manera, nos hacemos inmortales, pues siempre estaremos vivos de una u otra forma.


Y sobre varias existencias trata esta historia.



Mery era una adolescente tenaz como ella sola. Era hija única y estudiaba para ser azafata. Sus padres murieron cuando ella era pequeña, así que vivía con sus abuelos. Con siete años ya sufrió un trastorno de personalidad. Se encontraba en clase de historia y cuando el profesor le pidió leer un párrafo sobre la prehistoria, Mery se bloqueó. No fue capaz de leer una sola palabra, porque no entendía lo que había en el papel. Simplemente no sabía leer. Sufrió un cambio de personalidad. Es decir, su mente se trasladó al de una niña de cuatro años que aún no sabía interpretar la lectura.


Estos trastornos eran pasajeros, pues pronto volvía a ser Mery. Pero al volver a su estado original, no recordaba nada de lo sucedido con la otra personalidad. A Mery le cambiaba hasta la tonalidad en la voz, por tanto, su abuela , que no comprendía nada, pensaba que se trataba de brujería. Su nieta estaba siendo poseída.


Con el paso de los años, Mery no había tenido una vida lineal, si no que había partes en las que no recordaba donde había estado  o que había hecho. Por eso , al compartir cuerpo con varias almas, su vida era una locura. Las personalidades que en ella habitaban eran todo mujeres, pero muy diferentes unas de otras.  Incluso entra ellas había sentimientos de cariño, oido, comprensión y desilusión.

Era inusual encontrar alguien como Mery, por eso sus relaciones personales eran complicadas. Si sus amigas no eran de buen gusto para alguna de sus personalidades, cuando ésta habitaba el cuerpo de Mery, solía perderlas por comentarios no gratos hacia ellas.

Con los chicos pasaba lo mismo. Cuando Mery se enamoraba, mientras fuera ella misma no había problemas, pero en cuanto alguna personalidad habitaba su cuerpo , los chicos no la comprendían y solía acabarse el amor.


Mery comenzó a ir a un psicólogo a sus 20 años, pero esta enfermedad se escapaba hasta al mejor psicoanalista existente.

Su físico era el mismo, pero hasta los gestos cambiaban cuando una personalidad tomaba el dominio de Mery. Realmente era un gran problema para ella vivir así, porque ella no sabía lo que le sucedía, simplemente tenía lapsus temporales. Pero jamás reconoció a ninguna de ellas. Sólo la gente próxima a ella, veía esos cambios .


Únicamente en sus sueños, las personalidades compartían espacio. En estos interactuaban entre ellas, por eso, dormir era la mejor manera de conocerse a si misma, o a ellas mismas, mejor dicho.


Cuando dormía, Mery trataba de convencer a sus otros yo, de que la dejaran en paz, pero algo había en su interior que no las dejaba marchar. ¿Se trataba de traumas infantiles?.Tal vez si, pero la respuesta científica es una concepción múltiple de Mery. Cuando se produjo la entrada del espermatozoide o espermatozoides de su padre en el/los óvulos de su madre, se produjo una concepción múltiple, pero no se llegó a culminar de un modo natural en gemelos, trillizos o cuatrillizos, si no que se creó solo un feto pero con varios estados.

Por lo tanto, ella tendría esas personalidades de por vida, solo tenía que aprender a controlarlas. Y la mejor manera de hacer eso , era durmiendo.


En sus aventuras nocturnas, iba poco a poco asumiendo que podía ser aquella mujer que quisiera. Una noche era alguien elegante y competente ante los demás; en otra ocasión era una joven tímida y reservada. Mery podía hacer lo que se le antojara porque si no lo hacía una personalidad lo haría otra. Se complementaban unas a otras. Sólo tenía que cuadrarlas, conocerlas, mandarles señales y dominarlas,  de tal manera que sería como una diosa, a la que nada ni nadie podría interponerse ante ella.


Con el paso de los años lo fue consiguiendo, y fruto de ello fue los pasos que dio en su vida. De estar totalmente perdida , a ser una mujer deseadísima por todos. Todo el mundo la admiraba, siempre conseguía lo que se proponía, además siempre estaba intacta, guapísima, pero claro nadie sabía que jugaba con ventaja, múltiples ventajas.


Todo le iba bien, tenía un buen trabajo, un marido perfecto y se estaba planteando ser madre. Pero no todo fue de color de rosas. Mery había conseguido explotar su don, aprovecharse de aquello que le había sido concedido. Pero al compenetrar las personalidades en su ser, también se habían iniciado envidias entra ellas. Envidias y celos que se generan entre las mujeres, en este caso , en una misma mujer.


Empezaron las pesadillas, las peleas en su interior. Mery se levantaba llena de arañazos producidos por ella misma, fruto de los ataques que entre sus personalidades se daban durante la noche.


De esta manera, una mañana  de Abril no despertó más. Se ahogó mientras soñaba. Sus personalidades se habían enfurecido tanto unas con otras que en una de las peleas nocturnas, una de ellas, con la almohada, a Mery asesinó.


Nadie supo jamás lo que en realidad había ocurrido, y es que sin más, la causa de la muerte fue como en todas , una parada respiratoria inesperada. Nadie conoció en profundidad a Mery nunca, pues su forma de ser no era siempre igual.

Vivió con los problemas de cinco mujeres a la vez, con todo lo que eso conlleva. Ahora descansa , sueña y juega en otro mundo. Ten cuidado no vaya a entrar en tus sueños.



Kela.-

MALETA DE VIAJE


MALETA DE VIAJE




La música retumbaba en mis oídos, a pesar de que había pasado ya una hora, no dejaba de tararear la última canción de aquel concierto. Magnífico espectáculo si, nunca lo habría pensado. Mikel andaba junto a mi, caminábamos hacia el coche en la noche, volvíamos a nuestra querida Pamplona. Había sido un fin de semana magnífico.

A pesar de que yo llevaba tres años con el carné de conducir en mi poder, prefería que condujera él, me daba seguridad, todo en él me hacía sentir así. Rapidez y sencillez, esa era su manera de viajar por la carretera, pese al mal tiempo que nos encontramos al salir de Francia, decidimos emprender nuestra vuelta. Íbamos felices, charlando de nuestras cosas, comentando nuestros planes futuros. Pero la velocidad que llevábamos le hizo perder el control. Aquellos planes se truncaron en un segundo.

Su silueta en el asfalto, mi sangre derramada en el asiento y esa impotencia de no saber lo que había sucedido hizo que de mi saliera un grito estremecedor, grito que apagó aquella canción que hacía minutos tarareara junto a él.

Un sueño profundo y cálido , paralizado e interminable a la vez embargó a Mikel durante tres largos años, años en los que yo me recuperé de mis dolencias, me sumí con él en un silencio profundo, estado solitario pero compartido, cariñoso y leal.

El pitido del respirador cada vez que le insuflaba oxígeno a sus deteriorados pulmones me ponía histérica. Habían sido demasiadas horas, demasiados días escuchando el mismo ruidito. Escala de Glasgow cuatro, no variaba desde hacía meses y yo perdía la esperanza. Vive tu vida me aconsejaban, vuelve a ser feliz, no le olvides nunca, pero mantente al margen. ¿ Al margen?, como podría mantenerme a su margen, ¿ a qué margen? Al margen que hay entre  este lado y el suyo, al margen de no saber si me oye, si me siente, si percibe que estoy aquí. No ,no podía mantenerme al margen, ni mucho menos, no lo haría.

Era joven, fuerte y tenaz, saldríamos de esto juntos, ganaría a ese lado oscuro y volvería a la vida.

Ver como su madre se derrumbaba, perdía la esperanza de volver a oírle hablar y lo daba por perdido, no pudo conmigo.

Día tras día caminaba hacía el hospital, me maquillaba, me perfumaba como si fuera el día en el que Mikel abriría los ojos. Me vería, me reconocería, y todo empezaría de nuevo. Pero no, nunca llegaba aquel momento. Los partes médicos comenzaban a ser repetitivos, constantes vitales estables si, pero estado emocional y cerebral nulo. No, no podía ser así, yo estaba segura de que me sentía, de que su cerebro despertaría de nuevo. No podía ser de otra manera. Pero la realidad era otra. Realidad que mis ojos no asumían. Mikel quedó en ese  estado  tras el accidente y era muy raro que mejorara, prácticamente no daban nada por él.

El chocolate se derramó por mi falda, el rosáceo se tornó a un tono marrón y me abrasé la pierna. No lograba quitarme a Mikel de la cabeza, por mucho que intentara seguir con mi vida, mis estudios, mi nuevo trabajo, su rostro se afincaba en mi mente fuertemente. Ya no le recordaba como era antes, solo tenía su imagen postrado en la camilla del hospital. Mis recuerdos del antes se iban esfumando poco a poco y eso es lo que me entristecía, y demasiado. Me sumí en una depresión, cual sueño suyo . Comencé mis visitas a un psicólogo y los medicamentos se apoderaron otra vez de mi ser. Vuelta a lo mismo, o a algo parecido. Pastillas de colores, pesadillas entrelazadas. No tenia dolor físico como tres años atrás, esto era un dolor peor, un dolor interno, molesto e insistente. Cuando el alma se entristece, cuando faltan ganas para todo,  miras alrededor y piensas que las cosas podían haber sido de otra manera, cuando pierdes la esperanza en todo, es entonces cuando estás perdida.

Mientras duermo ya no sueño. Si río me siento culpable por hacerlo. Mikel vive, si, respira y su corazón late, su sangre recorre sus mudas venas y sus funciones metabólicas funcionan. ¿Y qué? ¿De que sirve eso ahora? .

Recostada en mi cama, cierro los ojos y deseo morir.

Me veo ahí acostada, le veo a él a kilómetros de distancia . Así estamos los dos, olvidados en la distancia.

Puede que en esa distancia, en ese viaje que has emprendido sin mi, haya un punto en el camino , un sitio, un lugar donde podamos encontrarnos de nuevo. Por eso hago esto, quiero soñar contigo, dormir para vivir a tu lado. Si ha de ser así, así será.

El frasco de medicamentos rodó por el suelo, mi lengua comenzó a endurecerse, y una húmeda sensación invadió mi cuello. Sabía lo que podía pasarme, pero confié en la suerte.


Estoy soñando, mi cuerpo descansa y por fin siento que voy a reencontrarme con Mikel. El viaje será duro pero le encontraré, allí al final, donde lo real y lo ficticio se unen. En mi cabeza suena nuestra canción. La tarareo fuertemente y de pronto oigo su voz, si es él, Mikel está cantando esa canción. Está aquí a mi lado, el sueño acaba de comenzar. Comenzamos un nuevo viaje, esta vez todo saldrá bien. Llegaremos al final juntos.





Kela.

LA OTRA MEJILLA


LA OTRA MEJILLA



El despertador sonó fuertemente y le dolía ese sonido. Pero más doloroso era sentirse los moratones de su cuerpo, aunque pensándolo bien, quizá, lo más triste y penoso de todo aquello era pensar en el por qué. Había aguantado varios años así, y aún no sabía los motivos de aquellos golpes. Su vida se había ido truncando poco a poco.


Melisa no era una mujer débil, ni mucho menos. Su fuerza interior y las ganas por salir adelante la caracterizaban como una mujer extraordinaria.

Se crió en una ciudad ruidosa y agobiante, pero tuvo una infancia muy feliz. Hermana mayor de una familia humilde , por no decir, de escaso dinero, Melisa creció y se educó gracias sobre todo a su padre, que fue su psicólogo particular.

Las niñas dicen que sienten algo especial con sus respectivas madres, que se crea un vínculo madre-hija , hija-madre realmente especial. En el caso de Melisa fue al contrario. Tal era la pasión de su padre hacia ella, que más allá del amor, Melisa y su padre tejieron aquel vínculo poco a poco.

A medida que fue creciendo, sus consejos la formaron como persona, profesor de la vida, fue abandonado por su madre de pequeño, quizá eso, y lo duro de su vida, le llevó a querer con más ímpetu todavía a su hija. La enseñaba matemáticas, historia, todo aquello que él había aprendido solo con sus libros. Jamás la pegó, castigó ni chilló. La adoraba y la protegía a cada paso que ella daba en su vida.

Gracias a él pudo especializarse en lo que más le apasionaba: el arte. Su padre empeñó parte de sus pocos recursos en pagarle matrícula y material para sus estudios.

Melisa dibujaba desde pequeña, sabía trazar a carboncillo cualquier cosa que sus ojos miraban. En su colegio ganó varios concursos de artes plásticas, y desde entonces supo que se quería dedicar a ello.

En casa no había ya paredes para colgar tanto cuadro, y su padre le compró hasta un expositor adicional para que siguiera pintando. El color aún no lo dominaba, pero era joven todavía y estaba dispuesta a aprender.


Conoció a Manu el primer día de universidad, era un chico apuesto y fuerte, pero lo que le enamoró de él fue su sonrisa.

Comenzaron a salir aquel año, viajaban juntos en el tren para ir y volver de la universidad. Manu estudiaba informática en la facultad de al lado, así que, todos los días coincidían prácticamente.


Su relación fue muy deprisa , él tenía prisa por salir de casa, ya que era el tercer hermano de cuatro y todos vivían con los abuelos. Así que en el transcurso de un año ya vivían juntos. Eran felices, salían con los amigos, viajaban cuando podían y disfrutaban el uno del otro.


Pero no todo dura eternamente. A sus 45 años, el padre de Melisa sufrió un derrame cerebral. Ella tenía 20 años y comenzaba sus estudios universitarios . Viajaba en el tren cuando recibió la fatídica llamada. Al otro lado del teléfono, una voz irreconocible para ella , sumida en llanto, dijo su nombre. Su madre no podía articular palabra.

Los meses posteriores fueron un calvario para ella y su familia. El ruido del respirador que conectaba a su padre a la vida, le daba esperanzas cada día; Melisa maduró en 4 meses más que en 4 años. Pasaba largas jornadas junto a él, apoyando a su madre y hermano , pero sobre todo, meditaba sobre su vida oyéndole en cada respiración. Recordaba cada una de las palabras que él le había brindado. Supo entonces que nada sería ya igual.


Manu estuvo a su lado en todo momento, pero al transcurrir un año desde aquello y ver que no mejoraba; dejó un poco de lado el apoyo a su novia. Melisa no perdía la esperanza, pero los médicos daban un pronóstico nulo, su cerebro no despertaba, aunque él respiraba y la sangre corría por sus venas, el estado emocional no progresaba.


Debido a que los materiales eran caros, Melisa tuvo que compaginar su carrera con la vida laboral. Acababa muy cansada, pues, entre las clases y el agotador trabajo de la centralita y las constantes visitas a su padre, caía rendida en la cama.

A parte, una vez independizada, no podía dejar de trabajar , porque tenía que hacer frente a muchos gastos. Manu también comenzó a trabajar en esos tiempos. Desde que el padre de Melisa cayó en coma, la relación se había torcido un poco, discutían a menudo y en parte era por las constantes visitas de Melisa al hospital. Manu sentía celos.


Al principio eran  celos sanos, celos sin llegar a más, pero el paso del tiempo hizo que aquellos fueran parte de un problema que nunca lograrían solucionar. Melisa le adoraba, pero la pasión y el dolor que sentía por su padre era imposible de suplir. Nunca imaginó que aquello le supondría tanto.


Al llegar a casa, después de una jornada agotadora y de pasar por el hospital a las ocho como siempre, Melisa abría la puerta de su casa, esperando encontrar a Manu con la cena hecha, pero lo que encontró fue algo muy distinto.


Reprochando una acusada falta de atención, incriminándola por no amarle, la pegó.

La primera bofetada que le dio, profundizó más en su alma que en su mejilla. Manu no estaba ni borracho , ni drogado y la pegó con toda la rabia que tenía en su interior acumulada. No entendiendo nada, ella no pudo más que llorar, pero aquel llanto no calmaba su dolor, porque ella le quería , y no podía comprender su reacción.


Desde aquello, y por no poner fin a algo que así sin más, comenzaba, Melisa tuvo que vivir con un pesar más. Intentaba pintar, recrearse en sus dibujos, pero su alma estaba tan triste que en sus cuadros no se apreciaban colores. Todos eran oscuros y mates. El amor perdido de su padre y la turbia relación amor-odio que se suscitaba con Manu, habían hecho de la alegre Melisa, una persona cabizbaja y solitaria.


Por las noches, sacaba fuerzas , y soñaba , soñaba cosas bellas, volvía a su bonita niñez y disfrutaba. En los sueños nadie podía entrar, era su refugio, un espacio donde sólo ella podía transitar. Viajaba hasta el hospital y veía a su padre sentado, se miraban y a continuación escuchaba su voz. Eran sueños tan reales y gratos que al despertar Melisa sólo quería volver a dormirse.


No comentó nada a nadie sobre las bofetadas que Manu le había dado. Estaba convencida que eran pasajeras. Que simplemente su chico se había desahogado con ella, pero que sería puntual.


La vida de Manu no había sido tan perfecta como la de su chica. Era el tercero de cuatro hermanos, y se quedó sin padres a los siete años de edad. Al no ser el mayor ni el pequeño, había pasado desapercibido en su familia. Sus abuelos les adoptaron cuando sus padres murieron en un accidente. Aquellos cambios en su vida y la falta de cariño por parte de su entorno, habían creado en él un ser reservado. En cambio había salido adelante. Los ordenadores le apasionaban, podía pasarse horas y horas delante de una pantalla, sin percibir el paso del tiempo. Había aprendido mucho él solo, sin ayuda de nadie. Manu era inteligente. Cuando conoció a Melisa, sintió verdadero amor por ella, plasmó en su ser todos los cuidados y cariños que le faltaban. La pérdida de su madre a tan temprana edad hizo que lo buscara en Melisa. Pero tal era aquella falta, que creó un armazón en ella. Para él , Melisa le pertenecía. No aguantaba que nadie más se fijara en ella. Que pasara tiempo con su padre le podía, porque pensaba que perdían mucho tiempo que no podrían recuperar jamás. Su afecto y bienestar solo dependía de ella. En cuatro años de relación, se creó un ambiente de dependencia entre los dos difícil de sobrepasar.


En estos tiempos que corren , Melisa soportaba más de lo que cualquier otra persona hubiera aguantado. Manu la pegaba, si, pero luego la retomaba con sus alardeos y besos. Melisa pasaba mala época y le necesitaba más que nunca. No sabía decir basta, porque nunca más se había enamorado. Pensaba que nadie más la podría querer y solo había tenido como referencia el amor de su padre. Pero ya habían pasado 4 años desde aquella mala noticia, y su padre quedaría así de por vida según los médicos. A él, y sólo a él, le había confesado lo que estaba sufriendo en conversaciones donde solo ella y su cuerpo estaban. La primera vez que se lo confesó una lágrima recorrió su cara y empapó el brazo de su padre. En ese preciso momento él movió un dedo, como queriendo ayudar a su hija, abrazarla y protegerla, pero Melisa estaba tan afectada al contarle aquello que no se percató de dicho movimiento.


Aquella noche se retrasó su vuelta a casa, pues decidió pasear bajo la noche, empezaba a chispear y no tenía paraguas, pero la sensación de notar sobre su pelo y cara el agua de la lluvia, le relajaba. No podía dejar de llorar, lluvia y lágrimas se confundían en su rostro. Estaba realmente perdida. No controlaba sus sentimientos porque había llegado un punto en el cual perdía el timón de su vida. Las bofetadas y golpes que nunca había recibido , los estaba sintiendo a sus veintiséis años y no sabía como ponerles fin. Anduvo durante dos horas, sin rumbo fijo por la ciudad, sola, las luces de los coches al pasar la cegaban . Melisa presentía algo . El ruido de sus zapatos al andar emitían una melodía sonora y acompasada.


La ciudad soportaba fuertemente la lluvia de aquella noche. Los charcos se acumulaban en las aceras mal puestas. Solo el sonido de una ambulancia rompía el suave susurro del agua al caer. Otro amanecer alumbraba la ciudad. Y otro amanecer nos mostraba una víctima más. Sobre las ocho de la mañana, encontraron el cuerpo de Melisa apuñalado sobre el suelo de su domicilio. Manu colgaba del baño ahorcado y sobre su mano amarrado con una cuerda , colgaba una nota que decía:


“Si yo no te puedo tener, nadie lo hará”.


Esa misma mañana, después de cinco años comatoso, Fabián, el padre de Melisa, abrió los ojos.







Kela.-